Una tormenta solar ocasionada en el pico más alto de actividad del ciclo del sol, de 11 años de duración.
Una colosal mancha solar de rápido crecimiento y de carácter inestable que produce las llamadas de las erupciones de radiación o tormentas solares.

Éste fenómeno, que tuvo lugar el pasado 12 de marzo, fue registrado y estudiado por varios expertos de la NASA, como una de las llamaradas solares más violentas en lo que va de año; entre ellos, la especialista en astrofísica, Karen Fox, explica que su intensidad roza la clase X, la mayor categoría con la que podemos clasificar a estos fenómenos solares.
Una vez delimitada la región de carga magnética donde ha tenido lugar, (la conocida como 11996 AR) los meteorólogos del SDO (Observatorio de Dinámica solar) de Estados Unidos estudian la posibilidad de que el flujo de partículas solares resultantes de la llamarada alcance en algún momento la atmósfera terrestre. Sus consecuencias pueden llegar a resultar nefastas para los satélites que orbitan alrededor de nuestro planeta e, incluso, influir en la comunicación por radio u otras redes de energía de la Tierra.
A pesar de todo, no debemos olvidar que también traerán consigo bellos espectáculos como las auroras boreales en los polos, que nos deleitarán con brillantes e intensos episodios que ya se están viviendo durante los últimos meses.
Esta gran actividad ha supuesto, además, que el Centro de Predicción de Clima Espacial se haya propuesto un plan de actualizaciones periódicas sobre la actividad solar en los próximos días.
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Considero importante el que la NASA detecte este tipo de tormentas solares puesto que podrían causar graves daños a nuestros satélites e influir en las comunicaciones. Sin embargo, creo que somos privilegiados al ser capaces de reconocer un fénomeno tan impactante como son las auroras boreales.
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